LLEGA DE LA VIRGEN "Nuestra Señora del Rosario"
LA LLEGADA DE LA VIRGEN DEL ROSARIO A LA POBLACION DE "EL ROSAL".
GRUPO DE DANZA ATAHUALPA.
Hacia El año 1.930 aproximadamente, un grupo de feligreses se desplazan hacia la capital de nuestro departamento, Popayán ciudad destacada por su veneración religiosa. Iban en busca de conseguir su más anhelada ambición: traer consigo la imagen Sagrada de la Virgen de “Nuestra Señora del Rosario”. De descendencia Barcelonesa, y con un recorrido por el Puerto de Buenaventura, llegaba hacia la ciudad Blanca. Ante esta exuberante noticia el Presbítero de apellido Salazar, que en ese entonces era el párroco de nuestra comunidad dio aviso a los habitantes rosaleños para ir a traer a la Santa Patrona hasta nuestra población.
De acuerdo a datos proporcionados por la señora Herfilia Chimborazo, oriunda de nuestro corregimiento de El Rosal, partieron un grupo de veinte hombres; Rosendo Gómez, quien era la persona que liberaba la pequeña agrupación, Evangelista Timaná, Lisandro Bravo, Darío Girón, Israel Quisoboní, Bernabé Girón, Juan María Girón, Víctor Jiménez, Cesario Quisoboní y Juvenal Girón; colaboradores para esta ardua labor. También la gente religiosa les colaboró para este diligenciamiento tanto en dinero como en víveres. Después de un largo viaje llegan hasta la ciudad, logrando una entrevista con el señor Obispo para la entrega de la sagrada imagen.
Después de arreglada la imagen para el viaje, la transportan hasta Timbío en una volqueta de la entidad de TRADE, empresa de carreteras, ya que hasta ahí llegaba este medio de transporte. Desde ese momento comienza la dificultosa peregrinación de estos veinte devotos pero lo más importante era llevar hasta la población a nuestra Patrona, sin importar los obstáculos que se le presentaran en el transcurso del camino. Comenzaron así la romería entre todos los de este grupo. Pero a los que más se les vio el éxodo fueron a Rosendo, Juvenal, Evangelista, Juan María y Bernabé quienes en medio de tantos impedimentos sacaban fuerzas para poder levantar las chacanas en las cuales traían en un baúl a nuestra bella patrona, envuelta en viruta y papel encerado para cuando llovía, y sus esplendorosos rayos; en otro lado el baúl que transportaba clavos y alambres. Pese a tantas necesidades de suministro alimenticio estos acompañantes de la virgen santísima, cargaban en sus mochilas mambe y hojas de coca para así suplir el alimento y adquirir fuerza física.
Caminaban una larga travesía y descansaban a eso de las 11 de la noche aprovechando las noches frías en medio de su tormentoso y caluroso viaje para así continuar con su labor diaria. Dormían un poco, se alimentaban donde podían adquirir víveres, limpiaban sus heridas de los hombros y calmaban el dolor de éstas untándose sal y luego proseguir con la procesión; la mayoría de las veces siempre arrancaban a la una o dos de la madrugada para que no les abrazara los fuertes rayos solares.
El 20 de septiembre del mismo año en medio de una noche fría logran llegar a una vivienda de Guachicono, piden permiso a una familia que ahí habitaba conformada por los padres y sus cuatro hijos, dándoles permiso para cocinar en el patio de afuera; esta familia compadecida les brinda algunos tubérculos de yucas, papas y guineos para la preparación de la comida. A eso de las 12 de la noche comienza a tronar y resplandecer el cielo, señal de un fuerte aguacero que sin lugar a dudas llega minutos después, por lo tanto que golpear y casi a la fuerza entraron a la casa para así evitarse la fuerte lluvia y no mojar la santa imagen. La familia oriunda de Guachicono como los veinte peregrinos se asombran ya que hacía tiempo no había llovido por esta región, por lo cual sin ningún protocolo la bautizan “La Patrona del agua”, fue ahí donde comenzaron sus tantos milagros y bendiciones por parte de la Santa Patrona. Después de transcurrida esa noche y agradeciendo a esta noble familia continúan con su travesía algunas veces caminando normal su camino y otras veces abriendo trochas para poder arribar a la población.
Una semana después a eso de la una de la tarde logran llegar hasta la población rosaleña en donde le hacen un enorme recibimiento junto su párroco. Para poder apreciar la sagrada imagen los feligreses debían de pagar un centavo el cual serviría para adornar el trono que iba a ocupar en el altar. Al cabo de unas abren el misterioso cajón y encuentran dos imágenes para su bendición. Para esto acto litúrgico se debía de buscar un padrino y así nombrarla “Nuestra Señora del Rosario”, la Patrona Rosaleña, sin negarse el señor Cesario Quisoboní dio la limosna y la pequeña imagen pasó a ser de su propiedad, pero como buen rosaleño que era y su fuerte devoción hacia la virgen decidió que todos los habitantes de la comunidad le rindieran ponderación y pleitesía ante esta sacra efigie a lo cual la bautizaron con un tercer nombre “La Pionsita , la Quisoboní o Cesaria” en honor a su dueño, y hasta estos momentos es la que se recorre todas nuestras veredas; la efigie grande la apadrinaron el resto de la comunidad.
Desde ese entonces , hace 80 años que la bella y sagrada imagen de “Nuestra Señora del Rosario”, junto con el niño entre sus brazos, ocupan la parte superior del altar, mirándonos con inefable amor y ternura a toda la gente que siente la necesidad de visitarla , reconfortando el espíritu de quienes se encuentran en problemas, guiando el sendero de la vida de cada uno de nosotros, dando sabiduría a la gente agobiada y perturbada, brindando consuelo, paciencia y fe a los enfermos , fortaleciendo los corazones de sus seguidores y otorgando cada día nuevos consuelos por sus milagros.
Fuente: Herfilia Chimborazo
Investigado Por: Reinel Giron Gomez y Mariany Imbachi